Un estudio internacional en el que han participado científicos de Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) revela que preservar la biodiversidad de las plantas resulta crucial para mitigar los efectos que tienen el cambio climático y la desertificación en las zonas áridas.
Las zonas áridas representan el 41% de la superficie terrestre y albergan más del 38% de la población humana. Estos ecosistemas, que aglutinan enclaves de elevada diversidad vegetal y con un gran número de aves endémicas, son muy vulnerables al cambio climático y a la desertificación.
Entre los servicios esenciales que nos proporcionan los ecosistemas podemos distinguir entre los de abastecimiento, como aquellos que nos proveen de alimentos, agua, materias primas, etc. y los de regulación, como son los que controlan el clima, la calidad del aire y del agua, la erosión y fertilidad del suelo, etc. En los últimos 50 años, los ecosistemas han sufrido más alteraciones que en ningún otro período de la historia del hombre, lo que amenaza gravemente su capacidad para generar servicios. Sin embargo, son precisamente estos servicios los que garantizan el bienestar humano.
La vegetación constituye un factor clave en la conservación del suelo, en la regulación de la infiltración y escorrentía del agua de lluvia, y en el clima local. Por otra parte, las distintas especies de plantas dan lugar a diferentes productos de desecho, que junto con la comunidad de organismos descomponedores, contribuyen a la formación del suelo y al ciclo de nutrientes. Además, las plantas son el soporte de la productividad primaria y un sumidero natural del carbono, regulando de este modo el clima global.
El estudio, en el que se han muestreado 224 ecosistemas áridos de todos los continentes con la excepción de la Antártida, acaba de ser publicado en la revista Science. Sus resultados indican que el incremento en la riqueza de especies de plantas en los ecosistemas áridos puede mejorar los servicios que proporcionan. Particularmente, puede ser importante para mantener las funciones relacionadas con el ciclo del carbono y el nitrógeno, que permiten el secuestro de carbono y aumentan la fertilidad del suelo. En tanto que la degradación del suelo a menudo va acompañada de la pérdida de fertilidad, la riqueza de especies vegetales puede favorecer la resistencia de los ecosistemas a la desertificación. Esta relación positiva que existe entre la riqueza de especies y la multifuncionalidad, también ha sido observada en otros ecosistemas.
Aunque hay especies que en apariencia son innecesarias para funciones concretas de los ecosistemas bajo ciertas condiciones ambientales, lo cierto es que se necesitan muchas especies para mantener las múltiples funciones de los ecosistemas en un mundo cambiante como es el actual.
José Pablo Veiga, investigador del MNCN, enfatiza la utilidad que un índice tan simple como la riqueza de especies puede tener para el control y la gestión de ecosistemas naturales a corto, medio y largo plazo.
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